Desde el último SOLIDAR DIGITAL que elaboramos a principio del pasado enero han ocurrido varios acontecimientos de diferente trascendencia para las fuerzas sociales y el conjunto de los y las trabajadoras, entre los que destaca por sus consecuencias El Acuerdo Social y Económico con el que ha culminado el proceso de negociación seguido por el Gobierno y los sindicatos CCOO y UGT. Si tenemos en cuenta las consecuencias para millones de personas que la reforma y el abaratamiento del sistema público de pensiones va a acarrear, el reparto desigual de los recortes acordados, sufriendo desproporcionadamente mucho más la gente con menos recursos, sin que se hayan dado compensaciones tangibles y visibles a recortes tan fuertes, no es nada exagerado afirmar que estamos ante un “históricamente desgraciado acuerdo” para la movida social y las clases populares. El hecho de que los firmantes sindicales estuvieran radicalmente enfrentados hasta el día en el que el texto se hizo público añade, si cabe, mayores dosis de enfado y de zozobra.
Lo miremos como lo miremos el Acuerdo Social y Económico supone, aprovechando la crisis, iniciar una reducción progresiva de las pensiones que en el año 2027, cuando la reforma sea plenamente operativa habrá retrasado la edad de jubilación en dos años (hasta los 67 años) para la mitad aproximadamente de las personas que a partir de entonces se jubilen y habrá rebajado de forma desigual pero muy significativa la cuantía de las pensiones (entre un 5 y un 20% para la inmensa mayoría).
Los sindicatos avalan con su firma una reforma injusta de la que los peor parados saldrán todas las personas condenadas a percibir una pensión insuficiente y a vivir en situaciones de pobreza relativa. Admiten una concesión ideológica esencial al admitir el llamado factor de sostenibilidad para, a partir del 2027, cada cinco años revisar el sistema en función de llamada esperanza de vida. ¿No decíamos, y lo decíamos todos, que el sistema era sostenible al margen de la evolución demográfica? Y además hay que decirlo bien claro, tan claro como decíamos de nuevo por unanimidad incluídos los firmantes, que la reforma no va a hacer nada para reactivar la economía o superar los problemas estructurales de la economía española. Merece la pena destacar el hecho nefasto de que con la cantidad de gente que está en el desempleo (4.700.000 personas) el pacto de las pensiones no recoja ni la más mínima mención a poder garantizar una renta suficiente que permita una vida digna a todas las persones que tengan dificultades para acceder a una pensión de jubilación digna.
Partiendo de que la crítica al pacto sobre las pensiones debe ser tan contundente como su contenido se merece, y teniendo en cuenta que vamos a seguir con el mismo formato de negociación que hasta ahora en el que la supuesta capacidad contractual de los sindicatos no descansa en su capacidad de movilizar o presionar sino en el falso espejismo de una paz social y colaboración que apenas puede matizar con pequeños logros y cambios marginales al despliegue de las políticas conservadoras, la pregunta que nos debemos hacer es ¿Hacia dónde orientar nuestro quehacer sindical en sus diferentes vertientes de propaganda, de denuncia, de movilización? Para el resto de organizaciones sindicales, para una gente como la que componemos SOLIDARI, este es un tema capital a presente y mirando el futuro: ¿Cómo conciliar el radical desacuerdo, la crítica rigurosa y la denuncia firme con el necesario diálogo y la imprescindible colaboración que esta realidad demanda a todas las fuerzas sociales a pesar de sus diferencias?
La situación de la izquierda social y sindical tras la firma del Acuerdo es más débil que antes y las posibilidades de resistir a esta ofensiva antisocial y construir una alternativa progresista son menores. Sin embargo, los factores que promueven el descontento social y la conflictividad que estas políticas propicia siguen plenamente vigentes y seguirán generando descontento popular en los próximos tiempos. Y se mantendrán las enormes divergencias entre las medidas y reformas que respaldan las fuerzas económicas y las necesidades e intereses de la mayoría de la sociedad. Y esas divergencias y el consiguiente conflicto pueden crecer si las condiciones de vida y las expectativas de la mayoría de la población siguen deteriorándose. Y los sindicatos CCOO y UGT no van a poder permanecer al margen de esa situación.
El pasado día 27 tuvimos la ocasión de mostrar nuestro rechazo a estas medidas, aunque hay que reconocer que fue una jornada de movilización desigual y una convocatoria parcial, coincidimos con otras muchas personas que también querían denunciar esta injusta reforma.
Reconociendo que estamos ante una situación de bastante desánimo de la izquierda social por la actuación de la izquierda política gubernamental, sumada ahora a la firma del pacto de las pensiones, no es menos cierto que cualquier alternativa progresista ante la crisis tiene necesariamente que contar con esa base social, en la que sigue habiendo energías de rebeldía y capacidad de lucha, de los sindicatos mayoritarios. De ahí que necesitamos seguir manteniendo un diálogo con las personas de esas organizaciones, sobre todo en la base y a otros niveles lo que se pueda, huyendo de excesos innecesarios y contraproducentes que tal vez lo único que consiguen es hacer engordar la bola del antisindicalismo, operación ésta en la que ni la izquierda ni las clases trabajadoras nada tenemos que ganar.
En la gran olla social hay suficientes intereses contrapuestos como para que no hiervan movimientos de oposición a todas estas políticas de austeridad y de reformas estructurales que van a seguir (enseguida vendrá la discusión sobre los salarios) porque así lo requieren los grandes poderes económicos y los que están al frente del timón político de la Unión Europea. Impulsar el esclarecimiento crítico de la estrategia procapitalista, apoyar las resistencias y reivindicaciones que se produzcan, criticar las posiciones sindicales y políticas que respalden o justifiquen una gestión neoliberal de la crisis….. Por difícil que parezca este es el requisito indispensable para poder desarrollar una fuerza alternativa capaz de alumbrar políticas al servicio de las clases populares.