Entramos en la crisis como resultado de un capitalismo financiero depredador y especulativo. Sin embargo, todas las medidas para “salir de la crisis” se han dirigido a fortalecer con dinero público y rebajas sociales a ese capitalismo, para hacerlo más amenazante y antisocial, más especulativo, más depredador.
Desde la entrega del dinero público a las entidades financieras se han sucedido la aprobación de multitud de EREs injustificados, el incremento del paro hasta la cifra de 4 millones y medio de personas , la enésima Reforma Laboral, las reducciones fiscales, las privatizaciones, la decisión de modificar el sistema de pensiones. Todo repetitivo, siempre cargando los efectos de la crisis a espaldas de los más débiles y desfavorecidos.
La eliminación de la ayuda d 426 € a los parados de larga duración -cuando nos hablan de que el paro no tiene solución a corto plazo y cuando el 40% de esos cinco millones de parados pertenece a familias en las que no existe ningún ingreso- da muestras de la crueldad de toda la política económica, de la supeditación total y hasta las últimas consecuencias al dictado de los beneficios, de que no van a parar en esto sino que seguirán en el deterioro de las condiciones de trabajo, en el recorte de las prestaciones sociales y en la privatización de los servicios públicos. También de que todo eso lo hacen, no para sacarnos de la crisis, sino para hundirnos más en ella.
Necesitamos una reacción social a la altura de la declaración de guerra que suponen estas medidas. Una movilización social mucho más firme y contundente que las timoratas huelgas habidas, con convocatorias a medias y sin continuidad.
Una movilización que se oponga al conjunto de la política económica, que haga punto central de sus objetivos la situación de los cinco millones de parados, que defienda las conquistas sociales y las condiciones de trabajo, que exija mayores cotas de reparto del trabajo y de los recursos.
Hoy estamos concentrados aquí para reclamar e impulsar esa movilización que suponga un cambio de actitud del conjunto de los trabajadores y de la mayoría social, que plasme y alimente nuestra decisión de no permitir la actual situación, que obligue a medidas de reparto, equidad y justicia.
Las salidas a la crisis que se nos vienen imponiendo, que nos vamos dejando imponer, nos conducen a una sociedad más dura e injusta de la que, poco a poco, todos nos iremos convirtiendo en víctimas. Frenar las situaciones de injusticia más flagrante del momento actual es la única garantía de que no vayan agravándose y extendiéndose, y la exigencia de reparto, incluyendo nuestra predisposición a repartir, es el único camino para lograrlo.