Declaración de econoNuestra: Los nuevos recortes prolongan y agravan la crisis
Declaración de econoNuestra:
Los nuevos recortes prolongan y agravan la crisis
Las denominadas políticas de austeridad han fracasado. Han desembocado
en una nueva recesión económica que amenaza con transformarse en una
depresión prolongada capaz de generar un nuevo vendaval destructivo de
empleos, tejido productivo y empresarial, bienes públicos y derechos
laborales y sociales. La deuda pública ha seguido aumentando a un fuerte
ritmo y los mercados bloquean las posibilidades de obtener a costes
asumibles la financiación que requieren las Administraciones públicas. Y
lo mismo sucede con los bancos, cuyos activos se han deteriorado hasta
el punto de requerir la intervención de los mecanismos de rescate
europeos.
Como consecuencia, la economía española en su conjunto se ha situado en
una situación de emergencia que, en la práctica, raya con la
insolvencia. Ahora, depende de la voluntad interesada y de los préstamos
que de forma condicionada ofrecen unas instituciones europeas copadas
por políticos y tecnócratas ultraliberales que pretenden resolver los
problemas extendiendo y endureciendo los ajustes presupuestarios. Esta
falta de acceso a la financiación, que se presenta normalmente como
justificación, por inevitables, de las medidas actuales, es en realidad
una rotunda evidencia del fracaso de las políticas de recortes.
Las medidas adoptadas nada tienen que ver con una austeridad solidaria
que abogue por prescindir de lo superfluo y propicie un reparto de
empleos y rentas con el objetivo de garantizar condiciones de vida
dignas a toda la ciudadanía y maximizar el bienestar colectivo. No se
trata, entiéndase bien, de una austeridad deseable que persiga un mayor
respeto por los recursos naturales, el medio ambiente o las futuras
generaciones y que trate de minimizar el consumo de materiales y energía
que no pueden producirse y que, en algunos casos, están próximos a la
desaparición. Se trata de una política de recortes convertida en una
herramienta de presión política y económica puesta al servicio de unos
objetivos antisociales: cargar los costes de la crisis sobre la mayoría
de la población, conseguir una mejora rápida de la situación del sistema
bancario internacional y la rentabilidad de las grandes empresas y
extirpar mediante el miedo y la desesperanza toda posibilidad de crítica
y resistencia ciudadana. Su objetivo no es otro que redistribuir poder,
rentas, patrimonios y actividades del sector público a favor de una
minoría que identifica la actual situación de crisis como una
oportunidad para echar el cierre al Estado de bienestar, transformar en
nuevas fuentes de negocio los derechos de la ciudadanía a la educación,
la salud y la protección social, aumentar las tasas de rentabilidad del
capital invertido y debilitar durante décadas la capacidad contractual y
el poder de negociación de las clases trabajadoras.
Las medidas de austeridad aprobadas por el Consejo de Ministros de 13 de
julio de 2012 pasarán a la historia de la brutalidad con la que
representantes políticos elegidos democráticamente tratan a la mayoría
de sus conciudadanos. Y pasarán a la historia de la infamia de los
gobiernos que rompen con el programa electoral que los aupó al poder y
defraudan, sin inmutarse, la confianza de los electores. Historia que,
por cierto, está cargada de episodios similares en el pasado más
reciente de este país y de otros países del sur de la eurozona, que
muestran la fragilidad de unas democracias que no respetan los
compromisos adquiridos por los gobiernos con sus votantes y con el
conjunto de la ciudadanía. Por eso, la denuncia de estas políticas está
tan estrechamente unida a la defensa de una democracia real asentada con
firmeza en la libre expresión y manifestación de las críticas, el
respeto permanente de los valores y prácticas democráticos y la
capacidad de decisión efectiva de la mayoría.
El reciente y, por ahora, último hachazo del Gobierno de Rajoy afecta a
las rentas, capacidad adquisitiva y condiciones de vida de la mayoría de
la población. En nuestra opinión, estas medidas:
1. Son injustas. Hacen recaer los costes de la crisis sobre la
mayoría de la población y golpean especialmente a sectores de las clases
trabajadoras de baja renta, escasa cualificación y mínima capacidad de
hacerse oír y hacer valer sus intereses. Cada día nuevas personas son
excluidas de un mercado laboral cada vez más inhóspito, sufren mayores
dificultades para tener acceso a unos bienes públicos que acentúan su
carácter asistencial y se ven marginados de un bienestar del que
disfrutaron durante algunos años con cierta precariedad y que ahora
sienten que se les escurre entre las manos.
En sentido contrario, la llamada austeridad no afecta a las grandes
fortunas y apenas roza a los bancos y grandes empresas que son tratados
con mimo para sanear sus balances con dinero público y favorecer la
reducción de unos costes laborales que perjudican su rentabilidad. Con
descaro, se recorta la renta de la mayoría de la sociedad que deja en
situación de exclusión a los sectores sociales más vulnerables mientras
las grandes fortunas y rentas no se tocan y se olvidan sus delitos
fiscales.
Pretenden justificar el tijeretazo basándose en una errónea e interesada
culpabilización del sector público, de los trabajadores que allí
desempeñan su labor y de unos parados a los que se confunde con
acomodados rentistas a los que hay que incentivar en la búsqueda de
empleos que no van a existir recortando prestaciones y subsidios.
Y al tiempo, intentan omitir las responsabilidades de unos mercados que
han revelado su ineficiencia en sus funciones básicas de valorar y
discriminar riesgos y proyectos de inversión o asignar de forma
eficiente recursos. Ahí sigue estando la misma clase política que
incumplió sus obligaciones de control y sanción de ilegalidades y
desafueros y se enredó en innumerables casos de corrupción. Ahí siguen
estando unos directivos de los sectores bancario e inmobiliario tan
rapaces en su afán de lucro como incapaces de valorar los riesgos que
asumían de forma completamente irresponsable y de utilizar con un mínimo
juicio los recursos financieros y productivos que gestionaban.
2. Son ineficaces y contraproducentes. Ni van a restaurar la
confianza en la economía española, ni van a contener la fuerza
desestabilizadora de los denominados mercados, ni van a permitir
alcanzar el objetivo (imposible, pero también injustificado) de reducir
el déficit público hasta el 6,3% del PIB este año y al 3% en 2014. Desde
hace dos años, los socios “rescatados” y los obligados por las
instituciones europeas y los mercados a incrementar los recortes,
disminuir la oferta de bienes públicos y protección social y reducir
gastos e inversiones del sector público son ejemplos vivos de la
inutilidad de una esta austeridad que no sirve para crear empleos,
equilibrar las cuentas públicas, avanzar en la consolidación fiscal al
ritmo fijado o reactivar la economía.
Los impactos de los recortes sobre la demanda interna, reduciéndola
drásticamente, sobre la actividad económica, deprimiéndola, y sobre los
empleos, eliminándolos, provocan una caída de la recaudación tributaria
que neutraliza los efectos sobre el déficit público del ajuste de los
gastos y del incremento de la presión fiscal sobre las rentas del
trabajo y el consumo. Se ha entrado así en una espiral deflacionista en
la que el rigor presupuestario provoca atonía económica y convive con un
déficit público estructural que impulsa la ampliación de la deuda
pública y sirve para la justificación de nuevas rondas de recortes. El
resultado de tanto desatino no puede ser otro que la destrucción de
empleos, capacidades productivas y crecimiento potencial.
Estas políticas están especialmente contraindicadas en un aspecto de
vital importancia para el futuro de las economías del sur de la
eurozona. Al concentrar la atención de gobiernos nacionales,
instituciones europeas, inversores internacionales y opinión pública en
los problemas de financiación del sector público, equilibrio
presupuestario y saneamiento de los balances de los bancos, contribuyen a
que se pierdan de vista otros problemas de similar relevancia, si no
más, relacionados con la debilidad estructural de la oferta productiva
de los países del sur de la eurozona y la gran heterogeneidad productiva
y financiera entre los Estados gestada en las décadas previas al
estallido de la crisis global. Y no hay mercados ni agentes económicos
privados que puedan solventar tales problemas.
3. Destruyen actividades económicas viables y deterioran el tejido
económico y empresarial. El intento de compensar mediante el aumento de
las exportaciones el destrozo causado por el desplome de la demanda
interna no ha llevado ni puede llevar a ningún buen puerto. Se pretende
que la reducción de los costes patronales, especialmente los costes
laborales (salarios, seguridad social a cargo de la empresa,
indemnizaciones por despido y otros gastos), repercuta en el descenso
del nivel general de precios e implique una mayor competitividad vía
precios que impulse la demanda externa. Pero tal devaluación interna ha
tenido hasta ahora y seguirá teniendo efectos contradictorios que
permiten tener dudas más que razonables sobre sus impactos positivos en
la actividad económica o el empleo. En primer lugar, porque el tamaño
relativo del valor de las ventas exteriores respecto al peso de la
demanda interna es pequeño y haría falta un aumento descomunal de las
mismas para compensar retrocesos menores de una demanda interna, que va a
estar limitada por las necesidades de desendeudamiento y la reducción
de la renta efectiva de la que dispondrá la mayoría de la población. En
segundo lugar, porque la competencia vía precios con los productos
procedentes de los países con bajos salarios sólo puede realizarse con
una reducción de los costes laborales de tal calibre que sería
socialmente inaceptable, políticamente inasumible y económicamente
desastrosa. Y en tercer lugar, porque la generalización de políticas tan
restrictivas en todos los países de la UE, impedirán de hecho el
crecimiento de las exportaciones de las economías del sur de la
eurozona.
Los resultados de las políticas de devaluación interna impuestas a las
economías periféricas sólo ofrecen una duda: qué alcance tendrá la
destrucción de empleos y la desaparición de pequeñas y medianas empresas
que van a causar, en cuánto se reducirá el crecimiento potencial de las
economías afectadas, hasta dónde caerá el nivel de vida de la mayoría
de la población y durante cuánto tiempo se mantendrán medidas de
carácter tan antisocial, antieconómico, antieuropeo y tan inútiles como
las que se han impuesto.
Frente a los objetivos y prioridades que defiende la economía
convencional (salvar el sistema bancario, propiciar nuevos campos de
negocio para los grandes grupos empresariales y aumentar la tasa de
rentabilidad del capital invertido), la economía crítica reafirma la
subordinación de la política económica a la consecución del bienestar de
las personas y la defensa irrenunciable de los derechos laborales,
sociales y ciudadanos.
La consolidación de una ciudadanía crítica con las medidas de austeridad
y devaluación interna que se imponen como única solución racional y de
una población consciente del conjunto de problemas e intereses en juego
es clave para abrir un nuevo enfoque de resolución de la crisis
económica que respete de modo efectivo los derechos a empleos decentes,
salarios dignos, protección social suficiente y libre acceso a bienes
públicos de calidad.
El colectivo de economistas que formamos parte de econoNuestra queremos
desmarcarnos públicamente de las autoridades económicas que nos
malgobiernan y de los supuestos argumentos económicos que se utilizan
para respaldar y justificar estas extremistas medidas de recorte. La
defensa que hace econoNuestra de la lógica y el conocimiento económico
se inscribe en la inexcusable tarea de promover, junto al conjunto de
movimientos y organizaciones sociales, culturales, sindicales y
políticas de izquierdas y progresistas, una ciudadanía movilizada en la
exigencia de responsabilidades, en la denuncia de mentiras que se
revisten con términos económicos y en la defensa de los derechos y
condiciones de vida y trabajo de las personas.