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15-M. Y la violencia.


15-M. Y la violencia.
Los sucesos del Parlament, la violencia y el movimiento del 15-M

   Mientras escribo estas líneas voy siguiendo a través de las redes sociales lo que está ocurriendo en las inmediaciones del Parlament en Barcelona. Las informaciones aun son confusas pero parece que varios diputados han sido agredidos, se les ha tirado botes de pintura, se les ha escupido e insultado… Son hechos lamentables que no podemos ignorar quienes nos situamos del lado del 15-M. Se trata de reflexionar para que algo así no vuelva a ocurrir y para seguir construyendo este movimiento desde el respeto y las actitudes pacíficas.

El movimiento del 15-M se ha caracterizado hasta ahora por un escrupuloso rechazo a la violencia de cualquier tipo, algo que se ha convertido en una de sus señas de identidad más sanas. Las acampadas de Barcelona y Madrid ya se han desmarcado de las agresiones contra los diputados y han vuelto a subrayar el carácter no violento de sus protestas. Así todo es más que probable que los sucesos del Parlament ensucien la imagen pública de un movimiento que se había ganado la simpatía de buena parte de la sociedad española. El recurso a la violencia plantea graves problemas éticos que hacen más que deseable una condena contundente de este tipo de actitudes. Pero además tácticamente es contraproducente, aleja a la gente de reivindicaciones legítimas y pone el foco de los medios de comunicación en lo peor de este movimiento.

Una vez cerrada la primera etapa del movimiento del 15-M con el desmantelamiento del campamento de Sol parece que el futuro de este fenómeno se va a jugar en la calle, con movilizaciones unas veces numerosas y otras no tanto y con la mirada atenta de las fuerzas de seguridad del Estado, dispuesta a actuar cuando la situación lo requiera. Gestionar la calle desde el respeto a los métodos no violentos y con la inteligencia necesaria para no restar apoyos es la clave del éxito del 15-M en los próximos meses. Para ello sería deseable marginar a quienes utilizan la violencia y controlar mejor las situaciones que se puedan dar en las movilizaciones para no dejar todo a la espontaneidad. La comisión de respeto de la acampada de Sol fue un buen instrumento para tratar de prevenir conflictos indeseados. Quizás fuese necesario recuperar algo de ese espíritu.

Quienes se aprovechan de las movilizaciones para ejercer violencia contra personas o cosas no son simplemente la parte más radical del movimiento. Son más bien el antimovimiento. Con su actuación han despreciado las decisiones de unas asambleas que han puesto el acento en el carácter no violento de las protestas. Demuestran así una actitud antidemocrática y tremendamente autoritaria, todo lo contrario de lo que ha supuesto el 15-M. Además con su presunto radicalismo legitiman la actuación de la policía. Protestar ante el Parlament ante un pleno tan importante como el de la aprobación de los presupuestos es sano para la calidad democrática de nuestro país. Pero tratar de impedir por la fuerza el paso a los diputados, periodistas y trabajadores del Parlament, tirarles pintura, insultarles o acosarles da una imagen de matonismo que resulta despreciable y resulta aun más inexplicable cuando se ejerce contra todos los diputados, incluso aquellos que han votado contra los recortes en la Generalitat. Si además esperamos que ante ese panorama la policía no intervenga estaremos pecando de ingenuidad y de poca inteligencia. Que unos pocos provoquen la violencia de los antidisturbios contra todos los manifestantes es tan condenable como la misma actuación policial.

En el mes que lleva de vida el movimiento del 15-M un sector de sus activistas han dedicado alguna de sus críticas más feroces a los medios de comunicación. Se les acusa de manipular, de tergiversar la realidad y de poner el acento en los aspectos más negativos del movimiento. Y aunque en muchos casos las críticas son justas, es cierto que se ha hecho tabula rasa y se ha tratado a todos los medios por igual a pesar de que muchos de ellos han informado de manera veraz e incluso con simpatía. Ahora, cuando en una movilización del movimiento del 15-M se producen actos violentos, hay quien censura el trabajo de los medios de comunicación por informar de las agresiones a diputados. Podremos pedirles más mesura, que indiquen que son hechos aislados o que informen del carácter no violento de este movimiento. Pero en ocasiones parece que se les exige a los medios de comunicación exactamente lo mismo que se les critica: que manipulen la realidad y que oculten lo que no nos gusta que aparezca.

El movimiento del 15-M es uno de los fenómenos sociales más interesantes, más sanos y más ilusionantes de la historia de la democracia española. Pero eso no impide que haya quien trate de aprovecharse de él en nombre de un radicalismo vacío que solo busca la marginalidad. Hacer fuerte el discurso del respeto y de la no violencia es una tarea importantísima para quienes nos sentimos parte de este movimiento y queremos que crezca. Ocultar, ignorar o ser condescendiente con quien ejerce la violencia solo contribuye a firmar el certificado de defunción social de unas protestas que se han ganado la simpatía de una buena parte de los ciudadanos.



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