¿Son incompatibles la lucha contra el desempleo y la
reducción progresiva del déficit público? Así o con un contenido similar
se suele plantear una falsa disyuntiva que conviene reformular para
encontrar respuestas que intenten aunar ambos objetivos.
El déficit y la deuda de las administraciones públicas
constituyen graves problemas que deben abordarse de forma inmediata.
Aunque los desequilibrios que presentan las cuentas públicas no puedan
resolverse a corto plazo, hay que tomar medidas que permitan reducir su
escala. En ningún caso esa reducción puede posponerse o ser abordada una
vez que se haya resuelto la cuestión del paro o cualquier otro de los
importantes problemas que atenazan a la economía española. Sin afrontar y
reducir progresivamente la deuda y el déficit públicos no hay ninguna
posibilidad de reactivación económica ni, como consecuencia, de generar
empleo neto.
Hay que añadir una precisión en este punto. No debe
confundirse la disminución del déficit con el recorte del presupuesto
público ni, menos aún, con una reducción de las transferencias que
sostienen la protección social o de las inversiones que propician la
modernización productiva, la reindustrialización y la construcción de un
nuevo modelo de crecimiento sostenible que destrone el consumo
irresponsable y el endeudamiento como motores de la actividad económica.
El desempleo masivo es otro de los graves problemas que
tiene la economía española, además de la primera preocupación de la
ciudadanía y la principal fuente de inestabilidad social y política. El
paro de larga duración y el desempleo masivo que asfixia a la juventud
son un calvario para las personas afectadas, un drama para sus entornos
familiares y un gravísimo problema económico que supone desaprovechar y
destruir capacidades productivas y cualificaciones laborales que son
imprescindibles para que no se deteriore aún más el potencial de
crecimiento. Sin reducir el desempleo y aumentar la población ocupada no
es posible solucionar de forma estable y duradera el déficit público;
tampoco, salir de la crisis. La prolongación en el tiempo de las
actuales tasas de paro multiplica las posibilidades de que se produzcan
fracturas sociales irreversibles. Y de igual forma, genera riesgos
ciertos de que el descrédito alcance a las normas e instituciones
básicas que regulan y alientan la convivencia democrática.
La conclusión parece evidente: hay que avanzar a la vez en
la reducción del déficit público y en la creación de empleos. No se
puede lograr uno de esos objetivos a costa del otro o posponer la
solución de cualquiera de ellos para tiempos mejores.
En todo caso, la conclusión anterior no autoriza a intentar
reducir el déficit público a cualquier precio ni a recortar de forma
indiscriminada y draconiana los gastos e inversiones de las
administraciones públicas. Las políticas de austeridad extrema y
generalizada impuestas a los países del sur de la eurozona por los
mercados de la mano de los líderes e instituciones de la UE son tan
ineficaces como contraproducentes, porque obstaculizan la creación de
empleo, deterioran la solvencia del sistema bancario y ni siquiera están
permitiendo alcanzar los objetivos previstos de reducción del déficit.
El loable objetivo de crear empleo tampoco permite dar por
buenos cualquier trabajo o cualquier medida encaminada a abaratar los
costes laborales por entender, en contra de las evidencias disponibles,
que tal abaratamiento inducirá la creación de empleo. La reducción de
los salarios y las cotizaciones sociales a cargo de las empresas puede
incrementar la competitividad basada en la disminución de los costes y
mejorar la presencia en los mercados exteriores de los productos
españoles que basan su expansión comercial en los bajos precios, pero no
asegura un crecimiento de las exportaciones capaz de compensar la
inevitable pérdida de tono de la demanda interna ni, por tanto, es
garantía bastante de mantenimiento del empleo; en cambio, provoca
inevitablemente la disminución de los ingresos de la Seguridad Social,
desequilibrios crecientes en sus presupuestos y la necesidad de nuevos
ajustes en las prestaciones que ofrece.
La lucha contra el desempleo no pasa por aceptar los
objetivos de una patronal ciega y antisocial que pretende generalizar
unos contratos basura marcados por la precariedad, la ausencia de
derechos laborales y los bajos salarios. La alternativa al paro que
exige la ciudadanía es otra: crear empleos decentes, seguros y
suficientemente remunerados.
Aumentar la progresividad del sistema tributario para gravar
en mayor medida a las rentas altas y a los grandes patrimonios,
reprimir con rigor el fraude fiscal e impedir los regalos tributarios a
las empresas y a los hogares que disfrutan de altos niveles de
rentabilidad o bienestar son las únicas vías eficaces para preservar la
cohesión social y territorial, reequilibrar los sacrificios que de forma
tan injusta como desequilibrada soportan las clases trabajadoras y
obtener la financiación imprescindible para generar empleos, reducir el
déficit público y avanzar en la consecución de otro modelo de
crecimiento.
Salir de la crisis con los menores costes económicos y
sociales posibles exige resolver un difícil y complejo problema que
básicamente consiste en proponer y aplicar medidas y políticas
económicas que permitan abordar al tiempo la creación de empleos y la
reducción del déficit público. Avanzar en la dirección de una salida
progresista de la crisis requiere impulsar una modernización de las
estructuras productivas y promover un cambio en el modelo de crecimiento
que el mercado no está en condiciones de orientar ni de realizar. Esa
transformación resulta imposible sin contar con el impulso normativo y
la financiación del sector público. No hay soluciones mágicas ni atajos
que valgan, ni a la derecha ni a la izquierda.