Celebramos este 8 de marzo en una época dónde millares de personas nos manifestamos un día tras otro, en protesta por las políticas de austeridad, contra la privatización y adelgazamiento de los servicios públicos, contra la corrupción y falta de ética en tantos políticos y gobernantes. Nos preguntamos cómo están afectando los recortes en la vida de las mujeres.
En los últimos años se habían modificado de forma importante tres aspectos de relevancia que generaron nuevos escenarios en la sociedad: una mejora significativa en el tratamiento de enfermedades crónicas que aumentó de forma sustancial la esperanza de vida de las personas; una incorporación de las mujeres a los estudios y a la vida laboral y social muy importante; y una transformación en las relaciones de convivencia en la unidad familiar que aportaron aspectos de mayor autonomía y libertad para las mujeres. Todo ello puso de manifiesto la necesidad de que los hombres debían sumarse de manera imprescindible a las tareas de cuidado, conciliando también vida laboral y familiar.
El necesario cambio en las mentalidades masculina y femenina para abandonar roles que sobrecargan a las mujeres, es todavía deficitario. Los hombres deben ser también protagonistas y cuidadores, asumiendo en igualdad la atención a las personas dependientes de su entorno, el cuidado de hijas e hijos, la preocupación y seguimiento de sus padres ancianos, etc.
Ahora bien, no se pueden negar avances. Estas tareas y preocupaciones que antes eran más difícilmente compartidas, hoy cuando menos, están planteadas en la sociedad, aunque hemos de reconocer, que con resultados todavía escasos. Concepciones culturales, insuficientes servicios públicos, discriminación salarial y menores expectativas de desarrollo profesional en las mujeres, hacen que sean ellas y no ellos, quienes en situaciones forzadas anteponen las responsabilidades familiares al empleo. Las estadísticas indican que siguen siendo las mujeres las que mayoritariamente se ocupan del cuidado, por ejemplo: El 96% de las excedencias para cuidados de hijos e hijas las toman las mujeres, son también ellas las que mayoritariamente cuidan a los familiares dependientes, o sólo el 1,6% de padres utilizan los 10 de los 16 meses de permiso maternidad a los que pueden optar. Por lo tanto, la tarea por la igualdad es todavía inmensa.
El cambio de escenario llevó a las instituciones a implementar políticas públicas como la Ley de la atención a la dependencia o toda una serie de medidas para apoyar la conciliación de la vida laboral y familiar como la enseñanza de 0-3 años, las guarderías o las ludotecas, medidas laborales de acción positiva a favor de las mujeres para favorecer su maternidad, las excedencias por guarda legal o la ampliación de permisos maternales y paternales para cuidado de hijos e hijas.
En estos momentos es imprescindible una reflexión ya que las políticas de austeridad, aplicadas por los gobiernos de turno (la reforma constitucional para primar el pago de la deuda externa sobre otras necesidades sociales ha sido de las medidas más profundamente reaccionarias) ponen en peligro los avances sociales, personales y políticos de los últimos treinta años. El esfuerzo de las mujeres ha sido inmenso, su incorporación al mundo del trabajo asalariado, a la educación y a la esfera pública manteniendo además una fuerte implicación en el cuidado de la unidad familiar son un avance en las sociedades democráticas que ha conllevado un reconocimiento de los derechos de las mujeres para generaciones venideras, que hoy no se pueden poner en entredicho. Es una cuestión de calidad democrática.
Lo que se llama Estado de bienestar ha ayudado y favorecido estos logros estableciendo servicios y prestaciones públicas sin los que hubiera sido imposible la inmersión de la mujer en el mundo asalariado dotándole de autonomía y trabajando una nueva conformación de la subjetividad de muchas mujeres con un papel activo en la sociedad civil. Sin embargo, en comparación con otros países de Europa, la implantación del estado de bienestar en el estado español, es bien débil y hoy vemos como se está retrocediendo en prestaciones y servicios sociales públicos que son imprescindibles para la vida de las mujeres, pues la precariedad laboral o la falta de trabajo también se ceba en ellas, además de que las tareas de cuidado las devuelve al hogar. Señalar también que cada vez son más las mujeres con hijos que afrontan en solitario, y cada vez con menor ayuda, proyectos de vida muy precarios y llenos de obstáculos. Es por ello que nos indigna que la Presidenta de la comunidad de Navarra alardee de haber cumplido el déficit previsto, cuando ha sido a costa de restringir partidas económicas que directamente se dirigían a servicios y prestaciones sociales. Lo suyo hubiera sido ampliar estas partidas, porque en esta crisis criminal las necesidades son mucho mayores, muchas mujeres las están viviendo en primera persona y además se está poniendo seriamente en peligro importantes avances en materia de igualdad entre hombres y mujeres.
Creemos que el Gobierno de Navarra debiera reconocer la enorme aportación del trabajo invisible de las mujeres navarras a la economía de la comunidad y pasar a identificar las necesidades y servicios necesarios para hacer real la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Tanto dinero destinado a obras faraónicas como el circuito de Los Arcos o el pabellón Reyno Arena y muchas otras, hubiera sido más necesario en Servicios Sociales que beneficiarían a la población navarra más necesitada, y que ayudaría a consolidar la igualdad de las mujeres.