Este artículo analiza las causas del deterioro del
bienestar social y calidad de vida de las clases populares de la mayoría
de los países de la Eurozona y muy en especial de los países
periféricos de tal zona monetaria, es decir, España, Grecia y Portugal.
Entre ellas, las más importantes son el dominio de las fuerzas
conservadoras sobre los Estados de tales países y del sistema de
gobernanza de la Unión Europea y de la Eurozona, y las políticas
públicas que determinan. De ahí la necesidad de la respuesta masiva de
protesta convocada por los sindicatos el día 14 de noviembre.
Partidos
conservadores y neoliberales están gobernando, tanto en España como en
la mayoría de países de la Unión Europea, incluyendo los de la Eurozona,
implementando políticas públicas que tienen como consecuencia: 1) la
realización de reformas laborales que conllevan la disminución de los
salarios y el aumento del desempleo; 2) el descenso de la población
activa; 3) la reducción de la protección social; 4) el recorte del
gasto público social; 5) la privatización de las transferencias y de los
servicios públicos del Estado del Bienestar; 6) la reducción de los
derechos laborales y sociales; 7) la disminución y privatización de las
pensiones públicas; y 8 ) el debilitamiento de la negociación colectiva y
de los sindicatos. La evidencia de que esto está ocurriendo es robusta y
claramente convincente (ver sección Economía Política en
www.vnavarro.org).
Donde tales políticas han alcanzado su máximo
desarrollo ha sido en los países periféricos de la Eurozona, y muy en
particular Grecia, Portugal y España. No es por casualidad que estos
tres países sean los países donde las fuerzas conservadoras han sido más
poderosas e influyentes en sus Estados durante el siglo XX y principios
del siglo XXI. Todos ellos han tenido dictaduras fascistas o
fascistoides por un largo periodo de su historia e, incluso, durante su
periodo democrático, cuando han estado gobernados por partidos de centro
izquierda, las políticas de estos gobiernos han estado seriamente
condicionadas por tales fuerzas conservadoras.
Tal dominio
conservador explica que estos Estados se caractericen por: 1) ser muy
pobres (sus ingresos al Estado representan sólo el 34% de su PIB en
España, el 37% en Grecia y el 39% en Portugal, porcentajes mucho más
bajos que el promedio de la UE-15, 44%, y mucho, mucho más bajos que en
Suecia, el país donde las izquierdas han gobernado por más tiempo
durante los últimos cincuenta años, y cuyo porcentaje es el 54%; 2)
tener escasa sensibilidad social con sus Estados del Bienestar
(transferencias, pensiones y servicios públicos, como sanidad, educación
y servicios sociales) muy poco financiados (su gasto público social
como porcentaje del PIB es el 22% en España, el 25% en Grecia y el 24%
en Portugal, de nuevo más bajos que el promedio de la UE-15 con un 27% y
mucho, mucho más bajos que el de Suecia, 30%); 3) la escasez de los
recursos públicos, incluyendo empleo en los servicios de tal Estado del
Bienestar –como, de nuevo, sanidad, educación, escuelas de infancia,
servicios domiciliarios a las personas con dependencia, servicios
sociales, entre otros- (sólo uno de cada diez adultos trabaja en tales
servicios en España, comparado con uno de cada cuatro en Suecia. Si en
España fuera uno de cada cuatro, se crearían cinco millones más de
puestos de trabajo, eliminando con ello el desempleo); 4) tener las
políticas públicas más regresivas y menos redistributivas de la UE-15.
(La pobreza en España se reduce, mediante las políticas del Estado
-tanto central como autonómico-, sólo 4 puntos, pasando del 24% de la
población al 20%, el porcentaje de reducción de la pobreza más bajo
–junto con Grecia y Portugal- de la UE-15. El promedio de la UE-15 es de
9 puntos, y en Suecia es de 14 puntos. Como consecuencia, España,
Grecia y Portugal son los países con mayor porcentaje de la población
que son pobres); 5) tener las cargas impositivas más regresivas e
injustas (el trabajador de la manufactura en España paga en impuestos el
74% de lo que paga su homólogo en Suecia. El súper rico español, el 1%
de la población con mayor renta, paga en impuestos sólo el 10% de lo que
paga el súper rico en Suecia); 6) tener los fraudes fiscales más
elevados de la UE-15 y también más concentrados en las rentas superiores
y en las rentas derivadas del capital (en España el 74% del fraude
fiscal -44.000 millones de euros- lo realizan las grandes fortunas, las
grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año –un
0,12% de todas las empresas- y la banca. Un tanto semejante ocurre en
Grecia y Portugal).
En todos estos países un porcentaje muy
reducido de la población (las élites financieras, económicas y
mediáticas) tiene una enorme influencia sobre sus Estados, habiendo
diseñado sistemas políticos de escasa representatividad electoral. Esta
característica es especialmente acentuada en España, donde la Transición
(mal definida como modélica) de la dictadura a la democracia, se hizo
en términos muy favorables a las fuerzas conservadoras que controlaban
el aparato del Estado y la gran mayoría de medios de información y
persuasión. De ahí que el sistema electoral sea escasamente proporcional
y representativo.
Las consecuencias de este dominio conservador
La
reducción de la capacidad adquisitiva de la población, resultado del
descenso real de los salarios forzó a las familias a endeudarse,
beneficiando con ello a la banca, la cual, en maridaje con la actividad
más especulativa de la economía española, la actividad inmobiliaria,
creó la burbuja inmobiliaria, alimentada también con dinero procedente
de la banca alemana (entre otras) que hizo extraordinarios beneficios en
aquella inversión especulativa. Durante el boom económico, creado
artificialmente por tal burbuja, fuerzas conservadoras forzaron reformas
fiscales, bajando los impuestos a las rentas superiores y a las rentas
del capital (20.000 millones de euros en España), que beneficiaron
predominantemente a los sectores más pudientes de la sociedad, creando a
la vez un agujero en las cuentas del Estado, que apareció más tarde
cuando la burbuja estalló y el déficit del Estado apareció en toda su
dimensión.
Como respuesta, el Estado español (así como el griego y
el portugués) intentó reducir tal déficit, no mediante la reversión de
los recortes de impuestos implementados durante la época de falsa
bonanza, sino recortando el ya escasísimo gasto público social. Así se
congelaron las pensiones para conseguir 2.000 millones de euros, cuando
se podían haber obtenido 2.100 millones manteniendo el impuesto sobre el
patrimonio o 2.552 millones anulando la bajada de los impuestos de
sucesiones. Y, más recientemente, las mismas fuerzas conservadoras han
ido recortando 6.000 millones de euros en la sanidad española, cuando se
podrían haber obtenido 5.300 millones anulando la bajada de impuestos
de las grandes compañías financieras. Hoy el Estado español ha apoyado a
la banca con una cantidad semejante al 10% del PIB a la vez que están
recortando a diestro y siniestro los servicios y transferencias del
Estado del Bienestar. Diariamente se están echando a más de 500 familias
de sus hogares por no poder pagar su hipoteca, a la vez que se está
ayudando a los bancos con el dinero de todos. Y se están imponiendo
enormes sacrificios, y otros que vendrán, para pagar a la banca, tanto
española como alemana (entre otras), el dinero que como usurera está
consiguiendo a costa de unas prácticas inmorales, injustas y
antidemocráticas.
Y digo antidemocrática porque, tal como indiqué
en mi artículo “La necesaria huelga general” (Público, 01.11.12),
todas estas políticas que se están llevando a cabo no tienen ningún
mandato popular, pues ninguna de ellas estaba en los programas
electorales sobre los que fueron elegidos. De ahí la necesidad en todos
estos países de protestar y denunciar estas prácticas que se están
realizando en contra y a espaldas de la gran mayoría de su población. Lo
que estamos viendo en cada uno de estos países es el gobierno de una
minoría a favor de una minoría, en contra de una mayoría. Las derechas
de siempre, en cada uno de ellos, están ahora, bajo el falso argumento
de que no hay alternativas, intentando conseguir lo que siempre
desearon: la reducción de los salarios y de la protección social y la
eliminación del Estado de Bienestar. Y no se puede permitir, por mera
salud democrática, que ello ocurra. De ahí que se hayan convocado
Huelgas Generales y/o movilizaciones el próximo día 14 de noviembre en
cada uno de ellos, para protestar e impedirlo. La propia existencia de
la democracia está en peligro.