I
Este septiembre ha sido en parte un mes atípico en cuanto al
seguimiento de la crisis. Han pasado pocas cosas. Se han percibido pocos
cambios. Ha proseguido el discurso del ajuste, pero sin el dramatismo
de meses anteriores. Parece como si estuviéramos ante la calma que
precede a la tormenta. O simplemente que, como apunté en el número
anterior, los poderes fácticos se toman un tiempo para ablandarnos ante
el próximo ataque.
O quizá todo se deba a que el que escribe ha
estado viajando más de lo habitual y no ha tenido el tiempo ni la calma
suficientes para estudiar la situación. Comoquiera que uno tiene un
cierto compromiso con la sección (o es mera egolatría), he creído dar
oportuna cuenta de los debates en los que he participado y que apuntan
ideas sobre cómo construir alternativas al auge neoliberal. Las ideas no
son propias, sino lo que uno ha pescado de los interesantes debates en
el International Working Party on Labour Segmentation, un pequeño foro
que cada año reúne a una serie de especialistas sobre economía laboral
del amplio espectro que podríamos llamar “heterodoxo” [1].
Como
no podía ser de otro modo aunque se presentaron muchas ponencias sobre
temas específicos, el debate se centró en las salidas a la crisis. Una
crisis que sigue teniendo muchas vertientes nacionales diversas y que se
ceba particularmente en el Sur de Europa, lo que explica en parte las
dificultades para desarrollar una estrategia alternativa global. La
primera cuestión que resulta clara es que la salida de la crisis exige
intervenciones en la estructura económica general, en la política
europea y también en las políticas nacionales. Una de las buenas nuevas
que se aprende del seguimiento de los datos es que las economías
nórdicas que han seguido políticas de corte más socialdemócrata
presentan no sólo mejores resultados en cuanto a bienestar y
desigualdades, sino que han sido capaces de resistir mejor los embates
de la crisis. Siempre puede objetarse que el éxito de estos países se
debe a que ocupan una posición privilegiada en la división internacional
del trabajo; y peor aún, cuando menos, puede subrayarse que la
prevalencia de mecanismos de protección social, de una negociación
colectiva bastante inclusiva, no ha significado ningún impedimento para
sortear la crisis. Precisamente lo contrario de lo que promueven las
grandes instituciones internacionales, en que predomina el consenso
sobre la necesidad de desmantelar la negociación colectiva y el sistema
de bienestar para salir de la crisis. La evidencia del “éxito” del
modelo nórdico en la crisis es un buen argumento para cuestionar la
bondad de las políticas que tratan de imponernos.
II
No se
abordó el plano general, que trascendía las capacidades y los objetivos
del encuentro, puesto que a todo el mundo le resulta patente que el
tema financiero es el que marca el núcleo de los problemas a resolver.
Un problema financiero que supone entrar tanto en abordar el problema
del endeudamiento como el de la regulación de las estructuras
financieras.
El debate, por tanto, se centró en la cuestión
europea y más en concreto en la cuestión alemana, pues es este país el
que marca la dinámica de la Unión Europea. Al margen del problema del
diseño institucional, del Banco Central Europeo y del euro, del que ya
hemos hablado en diversas ocasiones, la cuestión más debatida es la del
papel que juega Alemania en la creación de una depresión a escala
europea. El problema fundamental estriba en que Alemania ha optado por
una vía que podríamos llamar “neomercantilista” (consistente en copiar
las políticas mercantilistas del siglo XVII) orientada a obtener un gran
superávit comercial. Ello se ha conseguido mediante la combinación de
diversos procesos: el posicionamiento en productos con competencia
limitada en el mercado, la reducción de costes fundamentada tanto en la
externalización de partes del proceso productivo a países con bajos
salarios (especialmente de Europa del Este) como en la reducción interna
de los salarios (aunque ésta no ha sido tan fuerte en el sector
industrial como en el de servicios). Esta reducción de los salarios,
particularmente aguda en el caso de los empleos de servicios y en la
proliferación de “minijobs” que afectan a 8 millones de personas (más o
menos una legalización de la economía informal), se traduce en una
fuerte reducción de las importaciones de bienes de consumo procedente
del Sur de Europa. En definitiva, Alemania, una buena muestra de las
consecuencias de adaptar la economía a los términos de la competitividad
internacional, ha conseguido un superávit excesivo a base de hundir las
economías de otros países. Puede que la historia sea demasiado
simplista, pero indica una de las cuestiones clave a resolver: una
economía integrada no puede basarse en la competencia, sino en
desarrollar mecanismos de cooperación que den resultados positivos para
todos. Ni muchos de los alemanes se benefician del proceso ni está claro
que la depresión del sur de Europa, agravada por las políticas de
ajuste presupuestario, acaben por afectar al propio modelo alemán, como
ya está indicando el escuálido crecimiento del último trimestre.
III
Que
el diseño global y europeo nos aplasta es evidente. Pero no todas las
cosas se juegan en la escala global. Bastantes de los problemas
españoles son el resultado de las opciones que ha ido eligiendo el país,
sobre todo a partir de las decisiones de sus élites. Al respecto
detectamos —tampoco es muy novedoso pero vale la pena insistir en ello—
tres campos en los que debería actuarse prioritariamente.
En
primer lugar, una transformación de la estructura productiva que reduzca
el persistente déficit exterior de nuestra economía (en parte causante
del endeudamiento externo) y el paro masivo cuando se derrumba la
construcción. Una reorganización orientada, además, a avanzarse a los
efectos de la crisis ecológica. No puede perderse de vista, por ejemplo,
que uno de los mayores causantes de problemas exteriores es la factura
energética y que, por tanto, un impulso del suministro energético
renovable o del transporte colectivo puede ayudar a la vez a promover el
empleo, la innovación tecnológica y el ahorro exterior. Mientras no
haya propuestas y políticas de cambio estructural, la sociedad española
estará continuamente bajo la espada de Damocles de la crisis ecológica y
del déficit exterior. Ya se han avanzado algunos planes sectoriales
interesantes, elaborados a menudo en colaboración entre el movimiento
ecologista y los sindicatos (o por separado). Ahora éste debería
convertirse en un campo de acción esencial.
En segundo lugar, el
del sector público, algo que compartimos con otros países del Sur de
Europa. Se trata de un sector público insuficiente, tanto con vistas a
garantizar el bienestar como en términos de financiación. Una
financiación que es totalmente inicua a causa de un diseño fiscal y una
laxitud ante el fraude que hacen descansar sobre los asalariados el
mayor peso de la carga fiscal. La reforma fiscal y el desarrollo de lo
público siguen siendo ejes esenciales de combate.
Y, en tercer
lugar, el mercado laboral. El sistema laboral español es problemático en
muchos aspectos: desigualdades salariales extremas, precariedad,
desempleo... Parte de estos problemas están asociados a los ya citados
de la estructura. Otros tienen que ver con el modelo empresarial, mucho
menos dado a abrir vías de participación y que hasta el momento ha
bloqueado el desarrollo de un eficiente sistema de formación profesional
(porque es costoso y porque profesionalizar a la gente significa
también reconocerle más derechos). Y otros son fruto de un sistema de
negociación colectiva que, si bien ha permitido alcanzar una serie de
derechos básicos, especialmente en sectores poco organizados
sindicalmente, no ha sido capaz de desarrollar un grado decente de
igualdad social. Hoy este sistema se enfrenta a una reforma laboral que
va a empeorar la situación en todos los aspectos. Pero la respuesta que
necesitamos no es una simple vuelta al modelo anterior, sino promover un
sistema que elimine desigualdades, genere cooperación y desarrollo
personal de todo el mundo.
IV
Cuando acabo estas líneas
llega el primer avance del presupuesto. Más de lo mismo, no sólo en el
plano del ajuste, sino también en la continuidad de las políticas: más
ayudas a los coches, a las eléctricas, a las autopistas... Nuestros
dirigentes son incapaces de pensar en otros términos. Como lo ha
demostrado el affaire Eurovegas. Por eso es tan necesario que nuestra
oposición contenga propuestas alternativas, con el mayor realismo
posible. La única forma de desarrollar una base sólida para nuestras
demandas.
Nota
[1] El lector en inglés interesado
en el tipo de debates del IWPMS puede acceder a una copia gratuita del
libro colectivo sobre la crisis en
www.etui.org/Publications2/Books/A-triumph-of-failed-ideas-European-models-of-capitalism-in-the-crisis