La falta de diversidad ideológica en
los medios (que es especialmente acentuada en los forums económicos y
financieros), con un dominio absoluto del pensamiento neoliberal,
explica que auténticas frivolidades, fácilmente demostrables que son
erróneas o falsas, se reproducen con toda pomposidad y contundencia,
ignorando, cuando no ocultando, la evidencia empírica que las cuestiona.
Así hemos visto como las políticas de austeridad con recortes de gasto
público, incluyendo el gasto público social, que están desmantelando el
Estado del Bienestar, se presentan como necesarias para recuperar “la
confianza de los mercados financieros” y hacer posible que los Estados
puedan conseguir dinero prestado.
Tal proposición, sin embargo, se ha mostrado que es errónea o falsa. La
evidencia abrumadora demuestra que los recortes del gasto público no han
conducido a la bajada de los intereses de los bonos públicos del
Estado. Todo lo contrario, estos intereses han ido aumentando y
aumentando hasta alcanzar niveles insostenibles. La evidencia está ahí
para todo el que quiera verla. España ha estado recortando el gasto
público de una manera muy notable, reduciendo beneficios sociales
(reducción que hubiera sido impensable hace sólo cinco años) de una
manera muy marcada, aprobándose incluso un cambio de la Constitución
Española que en la práctica dificultará la resolución del enorme déficit
de gasto publico social que existe en este país. Los intereses de su
deuda, sin embargo, han ido subiendo sin que tales recortes hayan tenido
un mayor impacto en el nivel de tales intereses. Los intereses de la
deuda pública española continúan muy altos (el Gobierno Zapatero
justificó los recortes de gasto público indicando que quería prevenir
que España fuera intervenida, como lo fue Portugal. Todo ello fue en
balde. El Presidente Rajoy indicó hace unos días que hará lo que hizo el
gobierno portugués cuando fue intervenido).
Un tanto semejante ha estado ocurriendo en Grecia, donde los recortes
han alcanzado niveles que están amenazando la continuidad del sistema
constitucional con probabilidad de una revuelta popular en contra del
orden establecido. Los intereses de su deuda, sin embargo, han alcanzado
niveles imposibles de mantener. Una situación parecida, algo menos
dramática, ha estado ocurriendo en Portugal, con reducciones muy
notables de las pensiones y del empleo público, así como de los
servicios públicos del Estado del Bienestar, todo ello sin que los
intereses de su deuda estén bajando a niveles asumibles.
Y lo mismo en Irlanda, donde los recortes en las pensiones (10% de
reducción) y reducción de empleo público han sido muy acentuados (entre
otras reducciones de beneficios públicos y sociales), sin que los
intereses de la deuda bajen a niveles que sean más asumibles para el
Estado irlandés. Una situación semejante está ocurriendo ahora en
Italia.
Es importante subrayar que todos estos países (llamados PIGS en la
literatura anglosajona) se caracterizan por haber sido gobernados por
las derechas –incluyendo la ultraderecha (España, Grecia y Portugal)-
durante la mayoría del periodo post II Guerra Mundial, lo cual explica
que todos ellos tengan unas políticas fiscales muy regresivas, un gran
fraude fiscal y un Estado del Bienestar muy poco desarrollado. Tienen
unas instituciones democráticas muy débiles y, todavía hoy, las fuerzas
conservadoras tienen un gran dominio de la vida política y mediática,
con unas derechas poderosas y unas izquierdas débiles y divididas. En
todos estos países, el mundo del trabajo es débil y el capital
(hegemonizado por el capital financiero) es fuerte.
Resultado de ello es que, en todos estos países, la respuesta de sus
Estados a la crisis (que ha disparado el desempleo) ha sido
predominantemente mediante recortes del gasto público, y muy en especial
del social, todas ellas medidas clasistas que afectan negativamente al
bienestar de las clases populares (clases trabajadoras y clases medias).
Sólo últimamente los Estados PIGS han intentado reducir los déficits a
base de aumentar los impuestos, aunque ha sido predominantemente una
subida de aquéllos que afectan principalmente a las rentas del trabajo y
del consumo más que a las rentas del capital, acentuando todavía más
las desigualdades sociales, siendo éstos países los que tienen mayores
desigualdades en la Eurozona.
A pesar de estas medidas, la famosa “confianza de los mercados” no se ha
recuperado. En realidad, la deuda pública como porcentaje del PIB ha
continuado aumentando desde el inicio de la crisis (2007), sin que los
recortes hayan hecho mella en ella. España ha subido desde el 36% del
PIB al 68%, Portugal del 68% al 102%, Grecia del 107% al 161%, Irlanda
del 25% al 107%, e Italia del 103% al 120%.
El desastre de las políticas de austeridad
Las políticas de austeridad han sido un desastre (y no hay otra manera
de decirlo). Y era fácil predecirlo como algunos hicimos. Y era
predecible, porque la causa de la crisis estaba en las políticas
neoliberales que redujeron las rentas del trabajo (y con ello forzaron
el endeudamiento de la población, creándose un problema de escasez de
demanda) a costa de un hiperbólico incremento de las rentas del capital,
origen del comportamiento especulativo de la banca, pues la baja
rentabilidad del capital productivo –consecuencia de la escasa demanda-
determinó un aumento de las inversiones especulativas de mayor
rentabilidad (tales como la burbuja inmobiliaria).
La concienciación del impacto insuficiente de la austeridad para
resolver la crisis (en realidad, más que insuficiente, es perjudicial)
es ahora la llamada a que hay que facilitar el crecimiento económico.
Pero la manera como ello intenta conseguirse empeorará todavía más la
recesión (que en varias partes de los países PIGS es ya una gran
depresión). El dogma neoliberal indica que la falta de crecimiento se
debe a la escasa competitividad de tales países debido a que tienen unos
salarios demasiado altos. De ahí que impongan bajadas salariales, tanto
en el sector privado como en el público, como manera de mejorar la
competitividad. Pero la evidencia empírica muestra que los salarios
reales (no los nominales) han ido descendiendo y, sin embargo, el
crecimiento económico ha ido bajando. La famosa “devaluación doméstica”
parece que no ha funcionado tampoco. Y es que, tal como están las cosas,
tampoco puede funcionar, pues lo que es importante para que tal
devaluación funcione no es tanto el salario real, sino el diferencial
con los países centrales de la Eurozona, con los cuales España comercia.
Si los salarios alemanes continúan bajos (en relación con su
productividad), los salarios españoles tienen que bajar mucho más para
poder compensar su menor productividad, lo cual conduce a España a una
situación imposible, pues tal reducción significa un descenso muy
marcado de la demanda, que es el origen del problema. De ahí la
incoherencia de reconocer que hay que estimular la economía a fin de
crecer de nuevo, y a la vez recortar los salarios y el gasto público,
que son los elementos más importantes para que tal estímulo tenga lugar.
Creerse que la economía va a ser estimulada a base del incremento de
las exportaciones, es olvidar que está pasando en Alemania, el gran
“modelo exportador”, donde el crecimiento económico (en contra de lo que
anuncia sus defensores) ha sido muy escaso, habiendo incluso descendido
en el último cuarto del año. Para exportar hay que importar, y los
países importadores también están en recesión.
Vamos, pues, en camino de una Gran Depresión. Hay dos maneras de
resolverlo. Una es a nivel europeo, con el establecimiento de una
estructura federal que permita unas políticas expansivas, con grandes
inversiones encaminadas a crear empleo y establecer las infraestructuras
físicas y sociales que estimulen la demanda, basadas en políticas
redistributivas, tal como ocurrió a principios del siglo XX, cuando el
New Deal permitió salirse de la Gran Depresión y cuando Europa, después
de la II Guerra Mundial se recuperó mediante la enorme expansión de
gasto público, facilitado por el plan Marshall. Esto requiere un cambio
de 180º en las políticas públicas.
La otra alternativa es que los países PIGS salgan de la Eurozona
(individual o colectivamente), hecho que, en contra de lo que dicen los
medios, es temido por los bancos de los países centrales pues, debido a
la dependencia de tales instituciones financieras a la deuda pública de
estos países, podría significar el colapso de su sistema financiero. Los
países deudores tienen más poder de negociación de lo que son
conscientes. Sólo la amenaza de salir del euro tendría impacto en
cambiar las políticas de austeridad que hoy están imponiéndose en
aquellos países.
El contexto político para permitir el cambio
Para cualquier estudioso de la realidad económica, conocedor de la
historia económica y libre del dogma neoliberal que hoy imbuye los
forums políticos y mediáticos del país, no es difícil ver qué es lo que
debería hacerse para salir de la recesión. El mayor problema, sin
embargo, no es económico, sino político. Las izquierdas a principios de
siglo, en los años treinta, eran poderosas, estimuladas por una gran
agitación social. Fue tal agitación y el poder de las izquierdas las que
posibilitaron los programas New Deal que permitieron terminar con la
Gran Depresión. Sin desmerecer la importancia del Presidente Roosevelt
en la génesis del programa, el hecho es que, tal como el propio
Presidente indicó, sin el movimiento obrero presionándolo, el New Deal
no habría existido.
Un tanto igual ocurrió después de la II Guerra Mundial, una guerra que
significó el fin del nazismo y del fascismo, y que radicalizó a la
población europea, y muy en especial a la clase trabajadora, cuya
agitación fue determinante para que se establecieran gobiernos de
izquierda o gobiernos que no podían ignorar a las izquierdas fuertes en
la oposición y en la calle. Es más, la existencia de la Unión Soviética,
que, como reconoció Winston Churchill, jugó un papel clave en la
derrota del nazismo en Europa, representaba una amenaza al orden
capitalista, amenaza que estimuló el crecimiento del Plan Marshall, que
facilitó enormemente la recuperación de las economías europeas
occidentales.
Hoy, las izquierdas son débiles en Europa, y una causa de tal
debilitamiento ha sido la desmovilización de las bases tradicionales de
las izquierdas (y muy en especial de las clases trabajadoras)
consecuencia de las políticas neoliberales llevadas a cabo por los
instrumentos políticos gobernantes que tradicionalmente habían
representado a tales clases. El neoliberalismo dentro de la
socialdemocracia ha sido la causa de su declive. Y la desaparición de la
amenaza de la Unión Soviética, así como la integración de la
socialdemocracia en el marco neoliberal, ha roto todas las inhibiciones
que el capital haya tenido, iniciando el ataque más frontal a las clases
populares y al Estado del Bienestar que haya existido en el siglo XX y
XXI. La lucha de clases la está ganando la clase capitalista (hoy
redefinida como el 1% de la población) con escasa resistencia. De ahí la
enorme urgencia de movilizarse para revertir esta situación. Hoy existe
en Europa y en EEUU una gran agitación social, que apenas aparece en
los medios. La calle está claramente agitada por movimientos, no sólo de
protesta frente a los recortes, sino también de hartazgo en contra de
unas instituciones que se autodefinen como representativas de la
población y que, en cambio, están llevando a cabo políticas que sólo
benefician a este 1% de la población. Este hartazgo representa una
amenaza al orden vigente y requiere un cambio de los instrumentos
políticos de las izquierdas mucho más profundo de lo que está
ocurriendo.
Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
nuevatribuna.es | Actualizado 04 Febrero 2012 -