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Editorial.


Editorial.
TRAS EL 1º DE MAYO.

El Primero de Mayo suele ser un punto de referencia del trabajo sindical en varios aspectos de mayor o menor relieve. El primero se refiere al contenido de las reivindicaciones que el movimiento obrero saca a la calle y defiende en su propaganda y las movilizaciones que es capaz de animar. Con la recién hecha pública cifra por parte de la EPA de cinco millones de parados en España, la celebración del 1º de Mayo  debería haber sido una muestra de rebeldía social sin parangones. ¿Qué opinión nos merecen las movilizaciones que hemos visto a lo largo y ancho del país?. Cualquier cosa menos algo que se pueda parecer a un estadillo social de cabreo ante una realidad que todo el mundo coincide en catalogarla como muy preocupante no sólo en lo que al mercado de trabajo se refiere sino teniendo en cuenta una Reforma Laboral que ha recortado derechos laborales importantes y una Reforma de las Pensiones que va suponer una merma importante de sus jubilaciones para muchos miles de trabajadores y trabajadoras. El desequilibrio  que suponen todas estas medidas en cuanto a lo  que a los diferentes sectores sociales nos toca cargar es escandaloso y sin embargo una ola de resignación parece cubrir nuestras conciencias.

Es cierto que lo que no se ha hecho durante el año no se va a poder transformar en una fecha puntual. Es evidente que la moral reivindicativa y de oposición que la actitud sindical mantuvo el año pasado ante la Reforma Laboral y contestando el proyecto de Reforma de las Pensiones se difuminó mucho con el acuerdo que los sindicatos CCOO y UGT suscribieron incomprensiblemente aceptando los recortes que con tanto énfasis habían denostado hasta entonces. Enfrascados además en otro “trato”, del que no sabemos mucho,  en torno a la negociación colectiva y sus contenidos, al sindicalismo mayoritario lo hemos visto apalancado, escenificando  una oposición muy artificial a las políticas antisociales que desgraciadamente ellos  sostienen y justifican. ¡Pocas veces ha quedado tan patente el deterioro de la autoridad moral de los sindicatos y desdibujado su papel referente en la defensa de la gente más machacada¡ Y sin embargo, sigue siendo el talón de Aquiles de cualquier proyecto de transformación social:¿ Puede pensarse en un cambio social de envergadura sin contar con las fuerzas sindicales que hoy representan a la mayoría de los trabajadores de este país?. ¿Es de todo punto una situación irreversible que impide la existencia de cualquier escenario de colaboración con ellos en una movida social reivindicativa por parte del resto de los actores sociales? ¿Se puede identificar todo este mundo que representan estos sindicatos con la imagen de colaboradores necesarios de las políticas antisociales y por tanto irrecuperables para cualquier proyecto transformador? Toda una catarata de dudas y preguntas cuya respuesta ni puede ser sumaria ni puede carecer de una necesaria perspectiva en el tiempo y en la evolución histórica.

En lo que respecta al resto del movimiento sindical,  algunas de cuyas organizaciones más importantes son ELA y LAB en Navarra y la CAV, y la Confederación Intersindical o CGT a nivel estatal, hay que reconocer que pese a defender posiciones claramente contrarias a todas estas políticas y haber convocado movilizaciones generales, a las que nos hemos sumado otros colectivos como el nuestro, no parece ser capaz de poder articular una verdadera fuerza social que  lidere energías suficientes como para dar la respuesta que la situación requiere. Cierto es que no necesariamente la fortaleza de un movimiento social se tiene que medir por el apoyo masivo que tiene en un momento determinado sino por la fuerza y el impulso transformador que anima. Y es precisamente cuando analizamos esas potencialidades de transformación social cuando nos asaltan algunas dudas serias. Llegados a este punto nos asalta una duda inmensa: Hay capacidad para darle la vuelta a una situación que se nos presenta cada día como una losa a la que no vemos la manera de darle la vuelta? ¿Podemos seguir echando siempre la culpa a la inconsecuencia de los más, los particularismos de otros y la siempre manida alienación de nuestra clase trabajadora? La preocupación principal que hoy acompaña a la llamada mayoría sindical vasca es la de potenciar un fuerte movimiento antineoliberal o construir un frente de carácter nacional vasco, con rasgos anti todo lo que venga de la otra identidad aunque no sea precisamente políticas de colaboración? Lo que ha ocurrido con ESK es bastante sintomático al respecto: Ha sido vetada su presencia en la llamada mayoría sindical vasca por apoyar la convocatoria de huelga general de CCOO u UGT.

No pretendemos  aparentar ni ser poseedores de verdades y certezas que ni tenemos ni queremos. Pero sí tenemos que ser valientes para pasar por el tamiz de la reflexión crítica lo que hacemos y no deberíamos hacer en nuestro quehacer cotidiano, así como tratar de escrutar otros senderos diferentes por los que caminar en nuestro compromiso sindical. Una cultura de tantos años genera  raíces tan profundas  que no es nada sencillo construir cosas alternativas y mucho menos capaces de dar respuestas eficaces a problemas y retos de tanto calado. Pero eso no puede llevarnos a seguir dando vueltas en la noria de la rutina y cuestionar con tranquilidad todo aquello que creamos conveniente. Uno de los mensajes del escrito que Solidari leyó en el acto del 1º de Mayo fue precisamente en esta dirección.

Llegados a este punto merece la pena que nos paremos a reflexionar en algunos detalles de nuestro acto y manifestación del 1º de Mayo en Iruña. Es patente que el ritual del 1º de Mayo es algo relacionado con la generación que acaba de jubilarse o está a punto de hacerlo, a la que no le asaltan grandes sustos y problemas en el presente y futuro inmediato y que sigue pensando que tiene que seguir arrimando el hombro de la solidaridad con esa juventud obrera en paro o precaria a la que las últimas reformas le están perjudicando en demasía. Mientras el verdadero protagonista de esa supuesta rebeldía, ese joven ahogado en su hipoteca, con un empleo precario, con un porvenir laboral lleno de sombras y con un más que discutible colectivo imaginario en el que apoyarse para sacar adelante sus demandas, pasa olímpicamente del día y de lo que significa o pensamos nosotros, los más veteranos, que debería significar.
La escenificación de los colectivos sindicales es todo un conjunto de argumentos para preguntarnos si por el hecho de ser minoritarios debemos seguir siendo aburridos, ritualistas como nadie y  con poco gusto. En definitiva un evento francamente mejorable o prescindible.






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