Causas y consecuencias de la pobreza infantil
Vicenç Navarro | Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
08 Noviembre 2014
Una de las noticias más importantes que se han publicado estos días es que la pobreza entre los niños en España está creciendo a un ritmo alarmante. Nunca antes, durante el periodo que se define como democrático, habíamos visto un crecimiento tan notable de la pobreza infantil. Las consecuencias de esta situación son enormes, y pueden resumirse en tres. Una es que la pobreza causa un menor desarrollo intelectual y educacional del infante. La evidencia de que ello es así es contundente. Los niños pobres acuden a la escuela con menor frecuencia y su desarrollo educacional es menor que el de los niños no pobres. Los niños pobres suspenden asignaturas más frecuentemente que los niños no pobres. En EEUU, por ejemplo, los primeros suspenden dos veces más que los segundos, y abandonan el sistema escolar dos veces más y a menor edad que los no pobres. Por cada año que un niño se mantiene en la pobreza, aumentan las posibilidades de que se estanque en el sistema escolar. Es decir, que a mayor el periodo del niño en pobreza, mayor es la posibilidad de que esté en la categoría de fracaso escolar. Y la situación es todavía peor, pues cuanto menor sea la edad del niño pobre, mayor es la probabilidad de fracaso escolar. La pobreza en la niñez tiene unas consecuencias educativas mucho peores que la pobreza en la adolescencia.
Hay que saber, pues, que la pobreza entre los niños significa un retraso educacional de un porcentaje elevado (más del 20%) de la población, situación trágica y de consecuencias muy negativas para el desarrollo, no solo económico, sino –y sobre todo- político y social del país. Permitir la continuidad de esta situación (que, como veremos, es totalmente prevenible) es de una enorme gravedad, pues afecta a la calidad de vida y bienestar no solo de la población pobre, sino de toda la población del país, afectando muy negativamente su desarrollo social, cultural y económico.
Los costes en salud y bienestar derivados de la pobreza infantil
La pobreza infantil tiene también un impacto negativo sobre la salud de la población afectada. Las consecuencias más visibles e inmediatas son la malnutrición y las enfermedades causadas por condiciones ambientales y de vivienda, con una escasa protección frente a las inclemencias climáticas (la ausencia de calefacción en invierno es la más común) y una baja resistencia a la enfermedad, consecuencia de la baja inmunidad resultado de la limitada protección y prevención, incluyendo inmunizaciones y vacunaciones. Parte de la menor participación escolar de los niños pobres se debe, precisamente, a estas situaciones.
Los niños pobres tienen más enfermedades que los niños no pobres. De nuevo, la evidencia de ello es abrumadora. Análisis de la dieta diaria muestran consistentemente que los niños pobres tienen una dieta más insuficiente que los niños no pobres. Los elementos clave de esta situación tienen un claro impacto en la capacidad intelectual (y, por lo tanto, educativa) de los niños pobres. Su menor atención en las aulas escolares radica, en gran parte, en temas nutricionales y emotivos relacionados con la pobreza. En realidad, darse cuenta de este hecho forzó al gobierno federal de EEUU a establecer un derecho a la nutrición en aquel país, de manera que todo niño pobre (en realidad, cualquier pobre) tiene el derecho a un alimento digno (el famoso Food Stamp Program, que un gran número de políticos del Partido Republicano quiere disminuir o eliminar). Otro problema grave de salud derivado de las condiciones ambientales es la intoxicación de plomo, que los niños absorben de las pinturas secas que contienen este mineral, y que abundan en su entorno. Esta intoxicación afecta al sistema nervioso, con resultados negativos en la capacidad intelectual de la persona.
Problemas psicológicos y sociales derivados de la pobreza infantil
Otra consecuencia negativa de la pobreza infantil es en la salud mental de las personas afectadas. De nuevo, la evidencia es robusta. Los niños pobres tienen menos seguridad en sí mismos y sufren depresión con mayor frecuencia que los niños no pobres. Tienen más ansiedad y mayor inestabilidad emocional, con una mayor probabilidad de embarazos durante la adolescencia en el caso de las niñas, y una mayor disfuncionalidad en su relación con otras personas de su edad y otras edades.
Ni que decir tiene que cada una de estas consecuencias puede revertirse, bien con atención a las poblaciones pobres y vulnerables, bien a través de medidas que faciliten su salida de la pobreza. El enorme problema social hoy en España (incluyendo Catalunya) es que no se proveen las atenciones personales en cantidades suficientes para paliar el daño ni tampoco se están tomando las medidas para permitir que estos niños salgan de la pobreza. En realidad, se están tomando medidas que incrementan dicha pobreza.
Causas de la pobreza infantil
Antes de iniciar esta reflexión se requieren dos observaciones. Una es que la situación económica de los niños depende en gran medida de la situación económica de sus padres. En general, no hay niños pobres de padres que no lo sean. De ahí que para analizar la pobreza de los niños haya que analizar la pobreza de sus padres. Esta obviedad queda olvidada en un gran número de estudios.
Y la principal causa de pobreza en la gran mayoría de las familias pobres es la escasez de recursos, consecuencia de su situación en el mundo del trabajo y en el mercado laboral. No es casualidad que los países del sur de Europa, que tienen mercados de trabajo muy deteriorados, con un elevado desempleo y un empleo precario, tengan también una elevada pobreza. Lo primero lleva a lo segundo. De ahí que una de las principales causas del crecimiento de la pobreza haya sido las reformas laborales, que tenían como objetivo, precisamente, disminuir los salarios y aumentar la precariedad. La consecuencia de ello ha sido el aumento de la pobreza, incluyendo la infantil. El coste de este aumento de la pobreza para el bienestar de toda la población es enorme. Se puede calcular que la consecuencia del incremento de la pobreza infantil es una reducción de nada menos que del 3% del PIB, una pobreza que afecta a los sectores más vulnerables de la población trabajadora. La pobreza de los niños, por cierto, es un ataque frontal a las pensiones de un país, pues indica una enorme infrautilización de los recursos de este.
La pobreza del Estado del Bienestar español
La segunda causa de la pobreza, que complementa la anterior, es la gran pobreza del Estado del Bienestar español, tanto en las transferencias públicas –incluyendo las transferencias públicas a las familias españolas- como en los servicios públicos, como escuelas de infancia, servicios domiciliarios a las personas discapacitadas, servicios sociales, vivienda social, programas de prevención de la exclusión social, seguro de desempleo, programas de integración en el mercado laboral o programas de formación, entre otros. En cada uno de estos servicios, España (incluyendo Catalunya) tiene uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la Unión Europea de los Quince (UE-15), muy por detrás del promedio. Estos servicios ayudan a las familias (y cuando decimos familias queremos decir mujeres) a poder compaginar sus labores familiares con su proyecto profesional. Esta dificultad para integrarse en el mercado de trabajo –que afecta sobre todo a los jóvenes y a las mujeres- es otra causa mayor de la pobreza de los padres y, por lo tanto, de las familias.
Dicha pobreza del Estado del Bienestar es, a la vez, una de las causas de la escasa creación de empleo en España. Este país tiene solo un adulto de cada diez trabajando en los servicios públicos del Estado del Bienestar. Si tuviera alrededor de uno de cada cuatro, como es el caso en Suecia, España tendría unos 3,5 millones más de puestos de trabajo, con lo cual conseguiríamos eliminar una parte significativa del desempleo y estaríamos en camino de reducir considerablemente la pobreza. Ni que decir tiene que el incremento del salario mínimo, de los más bajos de la UE-15, incrementaría los salarios y disminuiría la pobreza de los padres.
Una medida muy importante para disminuir la pobreza infantil es el permiso de paternidad y de maternidad. En Suecia, el padre o la madre puede tomarse un año de permiso para atender a un infante, cobrando el 80% de su salario. En EEUU se ha calculado que este programa, que costaría el 2% del PIB, quedaría compensado con el declive de la pobreza que causaría. En un estudio reciente que analizó el impacto del permiso de paternidad y maternidad en la pobreza infantil (citado por Steven Pressman y Robert H. Scott “Paid Parental Leave and America’s Youngest Poor”, en Challenge, Sept/Oct 2014), se vio (en Australia, Noruega, Suecia y Finlandia) que la existencia y el grado de intensidad de este derecho podría disminuir la pobreza infantil casi un 50%. De nuevo, los países del sur de Europa tienen este derecho muy poco desarrollado, con periodos reducidos y una escasa estabilidad e intensidad del beneficio.
Una última observación
En España las izquierdas han hecho gran hincapié en establecer la renta básica como una manera de resolver o mejorar la pobreza, lo cual me parece bien. Aplaudo y apoyo el desarrollo de la Renta Básica (entendida como tal, y tal como se hace en el País Vasco, programa distinto a lo que se llama salario ciudadano). Ahora bien, garantizar una renta mínima de inserción al ciudadano le ayudará, pero no eliminará la pobreza, pues la renta básica, a fin de ser aceptada por la población, implica una cantidad relativamente menor, que será insuficiente para eliminar la pobreza (aunque sí que la reducirá, y muy en particular la pobreza extrema). Lo que se requiere es, como han hecho los países que han alcanzado una mayor reducción de la pobreza, garantizar el pleno empleo, con salarios altos y con políticas activas de integración en el mercado de trabajo, reduciendo el tiempo de trabajo y facilitando la creación de empleo. Y para aquellas personas que no puedan trabajar, éstas deberían recibir un dinero que les asegure unos ingresos por encima del nivel de pobreza, con unas cantidades mayores que la renta proveída en los programas de renta mínima de inserción. Hay que recuperar el valor e importancia de creación de buen empleo como una responsabilidad pública, junto con transferencias públicas a las familias, mucho más elevadas que las que hoy se consideran en los programas de renta mínima. Solo así desaparecerá la pobreza infantil.