El movimiento feminista ha reforzado su influencia social. Sus demandas básicas son apoyadas por una amplia mayoría cívica, especialmente entre mujeres. Hace un lustro, con ocasión del éxito de la movilización feminista en torno al 8 de marzo de 2018, escribí un artículo titulado Nueva marea por la igualdad, con el que, una vez reelaborado, comienzo este análisis. Valoraba la conformación de una nueva marea social plenamente justificada frente a la discriminación de género, el acoso machista, la brecha salarial y la desigualdad social y laboral. Y señalaba su impacto sociopolítico transformador ante la evidencia de los límites de la gestión institucional y judicial. Incluso leyes positivas como la de Igualdad entre hombres y mujeres (2007) y Contra la violencia de género (2004), tras más de una década de aplicación, han dejado ver sus insuficiencias, al quedarse en medidas parciales, en la retórica o en simples medidas punitivas.
Persiste la conciencia mayoritaria de injusticia por la amplia desigualdad de género y la percepción de la consolidación del feminismo en la sociedad. Son ilustrativos de ello los resultados demoscópicos de la consultora 40db valorados por Belén Barreiro (CTXT, 27/02/2019): El 82% de la ciudadanía cree que hay desigualdad entre mujeres y hombres en todos los derechos.
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