Tú código postal es más importante para tu salud que tu código genético
Rafael Cofiño Fernández . Miembro del Programa de Actividades Comunitarias en Salud (PACAP)
Vamos a poner que tienes unos 1.525 pacientes en tu cupo. Mitad hombres y mitad mujeres. Justo. Casi 4 de cada 10 son pensionistas. Ciento treinta personas no tienen soporte social; es decir, declaran no haber tenido a nadie en caso de haber necesitado ayuda. Puede que alrededor de 150 personas estén en paro. De las personas que tienen un contrato laboral, un 89% tiene un contrato indefinido. No lo sabes a ciencia cierta, pero intuyes (Wilkinson y Marmot, 2003), que la incertidumbre laboral es causa de tanta mala salud como lo es no tener trabajo. Aunque la población es relativamente homogénea hay varios barrios diferentes dentro del barrio. Probablemente su forma de enfermar, de sanar, de escucharte, de seguir las indicaciones o de entender lo que tratas de explicarles es también diferente según en cuál de ellos vivan, cuánto ganen, a qué clase social pertenezcan ellos o a qué clase social pertenecieron sus padres. Quizá tu forma de atenderles también. En tu cupo se fuma más que en la media y probablemente quienes más fuman son hombres y mujeres de clases sociales desfavorecidas. Viven más las mujeres, pero su esperanza de vida en buena salud es peor. Y hay un porcentaje grande de cuidadoras, mujeres-Sísifo con su silla llena de cosas, mujeres atareadas y sin tiempo propio. Y también tienes un grupo de personas que podrían quedarse sin atención sanitaria por no cumplir los criterios del Real Decreto 16/2012. La incertidumbre no solo es la laboral en tu cupo. Es también una palabra que manejas bien todos los días en la consulta. Ves, oyes y tocas lumbalgias, diabetes, infecciones de orina, presíntomas y patologías inventadas, rodillas lesionadas, hombros lesionados, corazones lesionados y territorios más allá del corazón lesionados, lesiones y manchas en la piel, en los ojos y en los oídos, haces papelerías múltiples, atiendes catarros de vías altas, bajas y medias, gastroenteritis y personas que se están muriendo, diagnosticas sospechas-de y casi certezas-de. Repartes pañuelos para llorar y recetas para el miedo. Puede que hayas gestionado alrededor de 150 IT al año. Aunque no tienes la información precisa intuyes que la aparición, evolución, pronóstico y desenlace de muchos de los episodios que atiendes todos los días tienen que ver con las condiciones de vida de esas personas. Es decir, con el lugar donde viven, cómo viven, cómo trabajan o cómo se relacionan. Su código postal influye más en su salud que su código genético1. Una cosa son estilos de vida y otras son condiciones de vida (Irigoyen, 2010). E intuyes que es difícil tomar determinadas decisiones saludables en entornos y «códigos postales» no saludables. El centro de salud no es el único centro de la salud. Sabes que además de tu aportación como profesional sanitario desde la consulta con un abordaje integral y biopsicosocial, con atención contextualizada, como gran clínico2 son imprescindibles otros «agentes de salud de la comunidad». A algunos los conoces y a otros no. A veces hay coordinación con ellos y otras nunca. Pero sí tienes la certeza de que existen 3 niveles de actuación y con diferentes personas trabajando en cada uno de ellos: lo que pasa en la consulta, lo que se trabaja desde la calle y las políticas que puedan estar decidiendo un macroescenario3. Y sí, tienes la certeza de que es necesario un equilibrio entre los 3 escenarios.