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Lección griega sobre Europa
Gaby Flores. Economista
09-03-2015
Artículo extraído de Pensamiento Critico

Lección griega sobre Europa

Mal que bien, Alemania y el BCE han demostrado ser capaces de evitar los altos y poco manejables riesgos e incertidumbres de una salida de Grecia del euro.

Más allá de los controvertidos asuntos de quién ha hecho más concesiones, si tales concesiones eran evitables o la cuestión decisiva de qué resultado cabe esperar de las negociaciones que están en marcha, el conflicto que el Gobierno griego plantea a las instituciones europeas ofrece una interesante lección sobre el momento que vive Europa. Lección que cabe examinar desde una perspectiva estratégica. Sin dejar de observar la marcha de los acontecimientos que se desarrollan en torno al caso griego y a los muy dispares recursos, fuerzas o voluntades de acuerdo de las partes involucradas directamente en la negociación, conviene levantar la vista más allá de la coyuntura y examinar qué nos desvela el caso griego sobre las debilidades y obstáculos que atenazan al proyecto de unidad europea.

Tras el triunfo de Syriza y la puesta sobre la mesa de las instituciones europeas de un discurso crítico unido a la resistencia social a la nefasta austeridad impuesta a Grecia, Alemania y el BCE tienen que demostrar que son capaces de promover alternativas distintas a la austeridad a ultranza. Se puede alentar el crecimiento y hacer coexistir dicho crecimiento con una transformación modernizadora de estructuras, fuerzas y capacidades productivas y con desequilibrios manejables de las cuentas públicas y exteriores de Grecia y los demás países del sur de la eurozona.

Las políticas de austeridad condenan a la sociedad griega a una cadena perpetua de recortes, desempleo masivo, bajos salarios y precariedad. La sociedad griega ha dicho democráticamente basta y espera la respuesta de sus conciudadanos europeos y de socios con los que comparte una larga historia, unos valores y un acervo cultural y jurídico, además de un mercado único y una moneda. La unión monetaria y el mercado único no conviven bien con la soberanía nacional que ha recuperado la mayoría social griega.

La eurozona no puede seguir durante mucho tiempo asentada en instituciones tan precarias, en políticas tan equivocadas y en un reparto tan desigual de los costes que ocasiona la austeridad entre Estados miembros y entre diferentes clases y sectores sociales en el interior de cada Estado miembro. O se afrontan y superan las debilidades e insuficiencias institucionales de la eurozona, a través de un federalismo que implique la constitución de mecanismos adecuados de tributación común, transferencia de rentas y mutualización de deuda pública entre los Estados miembros, o los líderes europeos tendrá que empezar a pensar seriamente en desmantelar la actual eurozona. O Europa avanza en la convergencia y la cohesión económica, social y territorial o la fragmentación, la desigualdad y la crispación política y social acabarán desfigurando por completo el proyecto europeo.   

No basta con maniobrar, como han hecho hasta ahora Merkel y Draghi, frente a los halcones del Gobierno alemán y del Consejo de Gobierno del BCE, para neutralizar a los partidarios más dogmáticos del rigor presupuestario, el equilibrio de las cuentas públicas y exteriores o la inacción del BCE a costa de lo que sea. Merkel, Juncker, Draghi y demás están obligados a recomponer las piezas de una nueva estrategia de crecimiento sostenible en Europa, aunque intenten que no se note en demasía que las políticas de austeridad se han saldado con un fracaso innegable en casi todos los terrenos y han puesto al borde del colapso al proyecto de unidad europea, tanto en su vertiente económica como, en mayor medida aún, en sus componentes político, social y cultural.

Revisión de la estrategia de austeridad y de las instituciones de la eurozona o mayor debilidad y fragmentación creciente de la UE. Esa es la disyuntiva que han comenzado a vislumbrar los dirigentes europeos gracias al acceso de Syriza al Gobierno y la que les va a obligar a optar por una u otra salida en los próximos meses y años. No solo se trata de que la economía europea sigue sin funcionar, sino que los problemas económicos siguen siendo de igual o mayor envergadura que los que existían en 2010, al ponerse en marcha la estrategia conservadora de austeridad y devaluación salarial. Y a ello hay que sumar  variables de igual o mayor relevancia: un innegable deterioro político y una robusta desconfianza de una parte significativa de la ciudadanía europea en la capacidad y voluntad de revertir la situación que perciben en las instituciones de la UE.

Por otro lado, el bloque de poder conservador que ejerce su hegemonía en las actuales instituciones europeas está empezando a notar el aliento de Syriza, Podemos y otras fuerzas progresistas y de izquierdas de parecida orientación política que representan una voluntad social de cambio político, regeneración democrática y puesta en cuestión de las actuales políticas y prioridades económicas que resulta demasiado atractiva y masiva para no tomarla en consideración. Tal cuestionamiento no sería tan preocupante para la derecha europea, dado el tamaño y el peso político y económico de estos países en el conjunto de la UE, si no fuera porque coincide en el tiempo, por una parte, con la emergencia en muchos de los países centrales de la UE de fuerzas nacionalistas reaccionarias que coinciden en sus planteamientos exclusivistas y antieuropeos; y por otra parte, con una cohabitación cada día menos fácil entre la socialdemocracia del sur de Europa (incluyendo a Francia e Italia) y las derechas del norte de Europa, los dos pilares políticos en los que se ha basado la gobernabilidad de la UE desde su origen.

La falta de soluciones económicas y la degradación y recomposición del mapa político europeo se alían en la puesta en cuestión de los consensos mantenidos hasta ahora en torno a la estrategia de austeridad y aceleran la necesidad de idear y poner en acción nuevos remedios. Grecia y su resistencia a los recortes y las imposiciones conservadoras, Grecia y su voluntad de iniciar el rescate de su ciudadanía están siendo el catalizador de un cambio de perspectivas que puede convertirse en un cambio de época en la UE. Para bien de Grecia y de Europa.  




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