¿Trabajar más?
Pere Boix
14-12-2010
Artículo extraído de www.proyectoequo.org
Artículo extraído de www.proyectoequo.org
¿Trabajar más?
Aún no estaba judicialmente suspendido de facultades, y se despachaba con aquello de “trabajar más y ganar menos”. Gerardo Díaz Ferrán, próximo ex-presidente de la patronal CEOE, lamentaba semanas atrás que “de 48 horas semanales se pasó a 40 oficiales y 38 efectivas” y aseguraba que así no se puede salir de la crisis.
Con independencia de la credibilidad del susodicho para sentar cátedra sobre gestión económica eficiente, visto lo visto en sus propias empresas, vale la pena reflexionar con algunos datos sobre el tema de la duración de la jornada laboral. No tanto en relación con la economía como, sobre todo, en relación con las personas. Y con el planeta donde las personas viven.
Un reciente informe publicado por el Instituto Federal Alemán de Salud Laboral (BAuA) analiza, en varias muestras de trabajadores europeos, el impacto sobre la salud de la duración de la semana laboral. Todos los resultados indican que la salud de los trabajadores empeora a medida que se alarga la semana laboral. Es más, la prolongación de la jornada agrava los efectos ya de por sí negativos de los llamados horarios anómalos (turnos rotatorios, horarios irregulares o inesperados, trabajo en fines de semana, etc.) y de los riesgos laborales en general. No parece pues que el bienestar de las personas vaya a salir muy beneficiado de la fórmula “trabajar más”, según los datos disponibles. Piensen, quienes consideran que la ética no es suficiente argumento cuando de salir de la crisis se trata, que el malestar de la gente también genera costes económicos y pérdidas productivas, a veces muy elevados.
Otras lógicas alumbran otras fórmulas. Así, sobre la base de tratar de equilibrar la lógica del mercado con otras dos lógicas, la del bienestar y la de la sostenibilidad, en un marco de justicia social, la fundación británica New Economics Foundation (NEF) ha propuesto la semana de 21 horas como la dinámica laboral más acorde con una “sociedad decarbonizada”. Romper la norma de vivir para trabajar, trabajar para ganar y ganar para gastar, sustituiría el consumo intensivo por una mayor dedicación a actividades de relación y ocio más sostenibles y por menos dinero. Favorecería, además, una mayor distribución del trabajo asalariado entre la población y un mayor equilibrio entre hombres y mujeres en cuanto al trabajo no asalariado. Dedicar menos horas al trabajo contribuiría a adaptar la economía a las necesidades de la sociedad y el medio ambiente, en vez de subyugar la sociedad y el medio ambiente a la economía. No es sólo un sueño. Los investigadores de NEF, conscientes de la complejidad, dificultades y resistencias de su propuesta, se han puesto manos a la obra para definir un nuevo modelo económico y las condiciones de transición hacia el mismo, tratando de hacer valer una vez más lo de que otro mundo es posible.
Paradójicamente, o tal vez no tanto, parece que la crisis puede beneficiar una diferente cultura del trabajo más favorable a planteamientos alternativos y socialmente innovadores. Investigadores norteamericanos de la Universidad de Florida concluyen, en un reciente estudio, que la inseguridad laboral derivada de la recesión está cambiando la percepción del valor del trabajo en favor de actividades de relación familiar, de ocio o de autodedicación. Tras entrevistar a una muestra de trabajadores en activo, han encontrado que un 49% afirma que la crisis les ha ayudado a reconocer el valor de las personas por encima de las cosas, que un 43% señalan que cada vez desean ser mejores personas en lugar de mejores trabajadores exclusivamente y que un 23% se han dado cuenta de que estaban demasiado comprometidos con el trabajo a expensas de la familia y el ocio.
Frente a tanto exégeta de pensamiento(¿?) único como el que ha dado pie a esta equolumna, convendrá recordar las palabras del gran poeta catalán Miquel Martí i Pol: tot està per fer i tot és possible (todo está por hacer y todo es posible).
Aún no estaba judicialmente suspendido de facultades, y se despachaba con aquello de “trabajar más y ganar menos”. Gerardo Díaz Ferrán, próximo ex-presidente de la patronal CEOE, lamentaba semanas atrás que “de 48 horas semanales se pasó a 40 oficiales y 38 efectivas” y aseguraba que así no se puede salir de la crisis.
Con independencia de la credibilidad del susodicho para sentar cátedra sobre gestión económica eficiente, visto lo visto en sus propias empresas, vale la pena reflexionar con algunos datos sobre el tema de la duración de la jornada laboral. No tanto en relación con la economía como, sobre todo, en relación con las personas. Y con el planeta donde las personas viven.
Un reciente informe publicado por el Instituto Federal Alemán de Salud Laboral (BAuA) analiza, en varias muestras de trabajadores europeos, el impacto sobre la salud de la duración de la semana laboral. Todos los resultados indican que la salud de los trabajadores empeora a medida que se alarga la semana laboral. Es más, la prolongación de la jornada agrava los efectos ya de por sí negativos de los llamados horarios anómalos (turnos rotatorios, horarios irregulares o inesperados, trabajo en fines de semana, etc.) y de los riesgos laborales en general. No parece pues que el bienestar de las personas vaya a salir muy beneficiado de la fórmula “trabajar más”, según los datos disponibles. Piensen, quienes consideran que la ética no es suficiente argumento cuando de salir de la crisis se trata, que el malestar de la gente también genera costes económicos y pérdidas productivas, a veces muy elevados.
Otras lógicas alumbran otras fórmulas. Así, sobre la base de tratar de equilibrar la lógica del mercado con otras dos lógicas, la del bienestar y la de la sostenibilidad, en un marco de justicia social, la fundación británica New Economics Foundation (NEF) ha propuesto la semana de 21 horas como la dinámica laboral más acorde con una “sociedad decarbonizada”. Romper la norma de vivir para trabajar, trabajar para ganar y ganar para gastar, sustituiría el consumo intensivo por una mayor dedicación a actividades de relación y ocio más sostenibles y por menos dinero. Favorecería, además, una mayor distribución del trabajo asalariado entre la población y un mayor equilibrio entre hombres y mujeres en cuanto al trabajo no asalariado. Dedicar menos horas al trabajo contribuiría a adaptar la economía a las necesidades de la sociedad y el medio ambiente, en vez de subyugar la sociedad y el medio ambiente a la economía. No es sólo un sueño. Los investigadores de NEF, conscientes de la complejidad, dificultades y resistencias de su propuesta, se han puesto manos a la obra para definir un nuevo modelo económico y las condiciones de transición hacia el mismo, tratando de hacer valer una vez más lo de que otro mundo es posible.
Paradójicamente, o tal vez no tanto, parece que la crisis puede beneficiar una diferente cultura del trabajo más favorable a planteamientos alternativos y socialmente innovadores. Investigadores norteamericanos de la Universidad de Florida concluyen, en un reciente estudio, que la inseguridad laboral derivada de la recesión está cambiando la percepción del valor del trabajo en favor de actividades de relación familiar, de ocio o de autodedicación. Tras entrevistar a una muestra de trabajadores en activo, han encontrado que un 49% afirma que la crisis les ha ayudado a reconocer el valor de las personas por encima de las cosas, que un 43% señalan que cada vez desean ser mejores personas en lugar de mejores trabajadores exclusivamente y que un 23% se han dado cuenta de que estaban demasiado comprometidos con el trabajo a expensas de la familia y el ocio.
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T: 948 220 051 NAFARROA@SOLIDARI.ES TUDELA: PRINCIPE DE VIANA, 3-1º T: 948 825 857 TUDELA@SOLIDARI.ES
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